domingo, 17 de octubre de 2010

El Maruchito

PEDRO FARÍAS, EL MARUCHITO

                                            Santuario al Maruchito
1.      ¿Quién es el Maruchito?
2.      ¿Cuál fue su historia?
3.      Comienzo de la leyenda
4.      Ubicación geográfica
5.      ¿Qué es un mito?
6.      Sobre el mito del marucho
7.      Interpretación Psicológica de el Maruchito
8.      Fuentes


Introducción:
Junto al camino de Barda Colorada y a una legua escasa de Aguada Guzmán, se encuentra una pequeña capilla donde, descansan los restos de "El Maruchito" considerado "protector de los caminos y de los derechos de los niños".
El lugar está cubierto de placas, testimonios y otros elementos que son muestra de la fe y devoción popula
r.
En épocas anteriores eran las tropas de carros y chatas, andando por viejas rastrilladas y abriendo huellas, las que realizaban la actividad comercial. Era habitual por esos años que en toda tropa hubiese un marucho, un peón, casi siempre menor de edad, que se encargaba del cuidado de las mulas y de otros trabajos complementarios, mientras se iba haciendo hombre y aprendía el manejo de los carros.  
                                           Monumento en forma de guitarra ubicado en Aguada Guzmán

1-      ¿Quién es el Maruchito?
Se llamaba Pedro Farías. Era un peoncito de corta edad (12 años) que trabajaba de "marucho", una de las pocas ocupaciones para los campesinos menores.
Andaba en tropas de carro (unión de diversos mercachifles), que recorrían el Territorio de Río Negro, hasta General Roca y Neuquén. Dentro de la tropa, el niño se ocupaba del arreo de las mulas, de juntar leña para preparar el fuego durante los altos de la huella, y de ayudar en diversos trabajos.
                                                       Acordeón dejado como ofrenda por uno de sus fieles.

2-      ¿Cuál fue su historia?

Muchas son las versiones en relación con las circunstancias, sin duda injustas, de la muerte de "el marucho", que han hecho que el amor y la veneración estuvieran siempre presentes.
El relato más conocido ubica la historia en el verano de 1919, en el dobladero de los carros del paraje Barda Colorada (entre Cerro Policía y Aguada Guzmán) lugar en el que la tropa se detuvo, agobiada por el calor.
El Marucho, después del almuerzo, tras terminar sus tareas y asegurarse que los hombres se retiraban a descansar, se dispuso a tocar la guitarra, lo cual le había sido prohibido.
Pero Onofre Parada, el capataz de la tropa, descubrió la travesura del niño y sin pensarlo tomó un cuchillo y lo apuñaló. El marucho cayó desmayado, abrazando la guitarra.
Los peones no ocultaron su enojo por la mala acción del capataz. Llevaron al peoncito hasta el rancho de una famosa curandera chilena de Aguada Guzmán, doña Catalina Rieuser. Pero, a pesar de los esfuerzos, el Marucho murió.
Le dieron sepultura junto al camino, en Barda Colorada. Finalmente, en el año 1924 colocaron sus restos bajo una capillita de adobe construida por los vecinos del lugar.


3-      Comienzo de la leyenda
Desde entonces, su tumba es venerada por los lugareños, convirtiéndose en un sitio de parada obligada, donde se depositan ofrendas, se realizan plegarias y pedidos de buen viaje. En el Marucho hay cartas y un cuaderno, donde la gente deja sus pedidos y agradecimientos, paquetes de velas y dinero.
La mayoría de quienes se acercan a su tumba, están viendo en el Maruchito Pedro Farías a todos aquellos niños de las zonas rurales que sufren, que no pueden ir a una escuela, o que les son vulnerados sus derechos.


4-      Ubicación geográfica
AGUADA GUZMÁN:

                                                
                                            Uno de varios cañadones que se encuentran por la zona
                                                   Casa de un habitante del lugar
                                                    Iglesia del paraje
Escuela primaria de Aguda Guzmán
http://www.uccor.edu.ar/paginas/aguadaguzman/i_gen/rionegro.gif


Aguada Guzmán y sus alrededores está ubicada en una vasta región (3200 km2) del Departamento El Cuy de la Provincia de Río Negro (República Argentina). Este paraje se encuentra a 180 km de General Roca, al suroeste; se llega por la ruta 6 que va al Cuy, se toma el desvío que está en el cruce con la ruta 71, y por esta misma, pasando por Cerro Policía, se llega al paraje.Son 90 km de asfalto y 90 de ripio.
El paraje está ubicado en una zona de meseta árida, donde viven cerca de 200 personas, en su mayoría son peones rurales, crianceros y amas de casa. Se ocupan de tareas domésticas, cría de animales, extracción y venta de leña, esquila, venta de lana y de animales, principalmente corderos y chivos.

El poblado cuenta con una comisión de fomento, que este año comienza a elegir a sus representantes, después de más de 20 años que fueron elegidos por el gobernador de la provincia.


Con respecto a  lo educativo, hay una escuela de nivel primario a la que concurren 25 alumnos entre los dos turnos. Este año comenzó a funcionar el  CEM rural virtual para alumnos que terminaron séptimo grado hasta 18 años. Al mismo concurren 7 alumnos.
En cuanto a los servicios, el paraje no cuenta con agua potable, si no de pozo, tiene luz 4 horas al día de 19:30 a 23:30 hs, si con asistencia médica en la sala de primeros auxilios por parte de enfermeras y asistentes sanitarios. Y no cuenta con un destacamento policial, ni juzgado.
Cada año, a fines del  mes de octubre, los pobladores se preparan para organizar la fiesta del Marucho, a la cual concurre gente de distintas ciudades de la provincia, parajes y poblados cercanos. Se hace la tradicional caminata, almuerzo con asado y empanadas en la capilla, luego la  misa, y por la tarde noche, el baile con músicos invitados.

      5-      ¿Qué es un mito?

El mito es una manifestación de lo cultural y la comunicación humana. Son hechos o situaciones que ocurren en la vida cotidiana, generalmente tragedias e injusticias a niños, mujeres u hombres, de las cuales el pueblo se apropia, se identifica, las recrea y las sigue contando.
Los mitos nos sirven a todos como formas de enseñar, afianzar y confrontar nuestros valores y creencias. Son verdaderas entidades que nos ayudan a reconocer y valorar los propios patrimonios culturales, personales, familiares, barriales y comunitarios.
En ellos buscamos las explicaciones a nuestras dudas y certezas, respuestas a nuestros interrogantes, la seguridad y tranquilidad para transitar por la vida.
El mito es aquello que siempre está con nosotros, lo que forma parte del imaginario social y colectivo, como el Maruchito, Difunta Correa y tantos otros en la región y el país. Forman parte de la memoria histórica y afectiva de la gente y sus comunidades, trascienden límites y fronteras ayudándonos a pensar y reflexionar para darle sentido a las cosas.
Nos acercamos a ellos, haciendo propios sus sufrimientos, buscando la fortaleza que nos ayude a enfrentar los sufrimientos propios.
Damos y recibimos, siendo concientes de sus tragedias y también de las nuestras, nos sentimos en una relación de igualdad, reconstruimos el mito, para reconstruirnos y sanarnos a nosotros mismos

6-      Sobre el mito del marucho

                                                                  Procesiones del 23 de octubre
 
Vayan dos o tres comentarios sobre el tema del "Maruchito", suge­ridos o actualizados por la lectura del relato de Elias Chucair.
El primero, es que se trata -que se sepa- del único mito folklórico de estas características, auténtico de toda la Patagonia. Como lo señala indirectamente aquel, las figuras de Ceferino Namuncurá y de la Difunta Correa, hoy difundidas en toda la Patagonia y de característi­cas a primera vista comparables, han sido impuestas por determinadas organizaciones, y con una finalidad o deliberación. Por lo demás, care­cen de la fuerza y por ende de la popularidad del Maruchito. Aunque tal vez deba decir adhesión más bien, dado el aislamiento geográfico de su "ermita” para usar la expresión de Elias Chucair.
El segundo comentario se refiere a las aludidas características del mito, enumeradas por él mismo a través de los distintos episodios o anécdotas que alimentan su vida y la suficiente fuerza.
En realidad, he de detenerme sólo en una de ellas, y entiendo que la específica: el carácter propiciatorio de su culto.
En efecto, quien no cumple con el requisito de propiciar el espíritu del Maruchito asesinado, es decir no se detiene y exterioriza su tributo, siquiera sea éste de mero respeto, se expone a las consecuencias y arriesga una contrariedad o un accidente.
Y si su faceta de "hacedor de milagros"' recuerda a los mitos mendonados (y a otros), en ésta de dispensador de suerte en el paso de la travesía, evoca especialmente a uno: el Gualicho. Cien relatos de indí­genas y viajeros narran las consecuencias terribles de la infracción a su propiciamiento en los sitios por él señoreados: los caldenes "del Gualicho” en La Pampa, las travesías del "Gualicho” en el norte de la Patagonia. De ellas, la más célebre precisamente en la provincia de Río Negro, entre el antiguo fortín Castre, sobre el curso medio -inferior del río- y el oasis de Valcheta, en cuyo centro conocido significativamente por "La Salamanca del Gualicho todavía depositan ofrendas los escasos viajeros de esa ruta olvidada.
El Gualicho, es una figura (femenina) maléfica, temible... por infor­mación o decadencia de Watsiltsum, "La Giradorala Alta Diosa dis­pensadora de la caza y antepasada del pueblo tehuelche del norte de la Patagonia", su cultor. Decaída, descendida del cielo a lo largo del tiem­po histórico, por acentuación de su faceta de castigadora, se transformó en maligna.
Hoy, por extensión, "engualichar" "hacer gualicho significa embrujar, hacer daño, y otras variantes.
Tornando a lo anterior, la coincidencia entre el Gualicho y el Maruchito -en cuanto a tema de propiciamiento- parece clara. Dicho de otro modo, al adjudicársele como atributo central, los viejos carreros, devoradores de rutas y travesías (grandes extensiones sin agua potable), han de haber tenido presente la figura tremenda del Gualicho.
Así habría confirmado su personalidad singular este auténtico mito folklórico patagónico.
Rodolfo M. Casamiquela

7-      Interpretación Psicológica de el Maruchito 

Los mitos como los sueños, son expresiones profundamente huma­nas del inconsciente colectivo.
Según Jung, son los universos simbólicos de todos los pueblos, con los que sus integrantes dan sentido a sus vidas.
Les sirven para vivir, para interpretar sus hábitats, para integrarse a su cultura y comunidad. Para sentir la pertenencia y trascender.
Tienen leyes, tiempos, causalidades propias. Son sensaciones, intui­ciones, aprehenciones, vivencias, metáforas, parábolas, retazos de vida, con los que captamos dimensiones de nuestras realidades interior y exterior, que la lógica, la ciencia y la tecnología no pueden explicar, ni abordar, ni predecir, ni dominar y que trascienden la realidad fáctica.
Pertenecen al existencial sobrenatural de los seres humanos, al cen­tro de sus ansias, miedos, culpas, dolores y esperanzas.
El Maruchito, descripto en la poesía y en el relato de Elias Chucair, existió. Fue, como tantos otros Pedro Farías, igual a tantos otros. ¿Qué ocurrió para qué, por encima de su triste y resignada vida, trascendiera y traspasara los tiempos y espacios de la vasta meseta patagónica? Para prender en el imaginario popular y otorgarle la categorización de santo pagano y convertirlo en uno de los más arraigados mitos.
Analizarlo a través de una única causa, sería reducir la riqueza sim­bólica de esta leyenda. Como todo hecho humano es multicauzal y multivacional. Intentaremos interpretar su sacralización comparándolo con la leyenda de la Telesita, bellísimo mito santiag|eño, que hemos estu­diado cuidadosamente en otra oportunidad. Pedro Farías, el Maruchito, como la Telesita, Telésfora Castillo, son seres humanos comunes, con los que el pueblo se identificó plenamente. Pobres, vulgares, humildes, sufridos. Con existencias tristes y dolorosas.
Deificados en el mito, en vida han sido campesinos. Son respecti­vamente, el ánima y el ánimus arquetípicos que el lugareño integra en su realidad cotidiana. Si hasta los apodan con ternura: Maruchito y Telesita.
Hay otros elementos, que desde el plano psicológico, nos permiti­rán interpretar su gran arraigo popular. No hay para su culto una fecha determinada, impuesta por autoridades, ni instituciones. Se lo convoca o invoca cuando se siente oprimido por el mundo hostil y duro, cuando el hambre y la miseria aprietan, cuando la enfermedad o la muerte se acercan.
Entonces su culto, la necesidad del rito se convierte en un acto catártico.
Al estudiar otras canonizaciones populares, encontramos que, casi todos los cultos con profundo arraigo popular siempre representan per­sonajes idénticos a los integrantes de la comunidad.
Debe haber no sólo nacido dentro de ella, sino también sostener idénticos sistemas de valores. No es aventurado sostener, que el arrai­go del Maruchito, es ser como ellos, con sus imperfecciones, dolores y alegrías.
El Maruchito como la Telesita, no invaden la jurisdicción eclesiás­tica, ni el destino teológico y metafísico de los cultos seglares. Los favores que se les piden son los cotidianos, por la salud quebrantada, encontrar los animales perdidos o robados, el logro de un trabajo. Se los invoca y convoca y en el rito ofrenda de las velas, las flores de papel, las cartas, las monedas, los rezos, la presencia, se le rinde homenaje en la promesa cumplida y por lo tanto agradecida.
Pero además hay un hecho que, creemos fundamental para completar esta breve interpretación psicológica de la leyenda: el fin trágico, despiadado e injusto de su vida, tronchada en plena juventud por la maldad humana. La Telesita, joven doncella, numen de la danza, murió quemada. El Maruchito, inocente peoncito, fue despiadadamente asesi­nado. Ambos sacrificados.
En todas las canonizaciones populares, el arquetipo del sacrificio da lugar a la sacralidad y al culto, al rito ofrenda al mito. Muerte trágica, redención de culpas y pecados, purificación y resurrección, en un nuevo nacimiento hierofánico. Su alma se convierte en intermediaria entre Dios y los humanos. Los milagros, el cumplimiento de las súpli­cas, los favores recibidos, son el testimonio ritualizado en las ofrendas, y además su incumplimiento el temor de generar nuevos peligros.
Desde nuestra óptica psicológica, el campesino logra en la expre­sión del arquetipo del sacrificio y en su asunción, la integración del consciente y el inconsciente. Es que la misma se hace a través de un hecho milagroso.
Usando conceptos de Jung, descubre su sí mismo, su self en el nuevo nacimiento a una dimensión que trasciende su propia realidad. El sacrificio y el proceso de identificación con el Maruchito hacen tras­cender a una dimensión sacralizada.
Volviendo a la cruda realidad de nuestros días nos preguntamos, si en el paso del tiempo María Soledad y José Luis Cabezas, tan trágica­mente inmolados, no serán otra Telesita y otro Maruchito.
Teresita Faro de Castaño.
* La autora es doctora en psicología y tiene publicados numerosos trabajos, como así también, ha ofrecido conferencias en distintos países sobre este apasionante tema de los mitos.

    8-     Fuentes:

libro: El Maruchito “ Hacedor de milagro en la meseta patagónica. Elías Chucair

Autores:
Paolini Rubén
Salvatori, Marcelo